
martes, 17 de abril de 2007
La crónica del Escaramujo

domingo, 15 de abril de 2007
Falleció el "Gordo" Páez
Fue el viernes. El problema cuando se es gordo, extraordinariamente gordo, y se tiene un corazón tan grande, para querer, es que ese corazón no puede latir todo lo que quisiera y acaba por fallar. A nuestro Gordo Páez le falló esa bombita de vida que llevamos en el pecho, y su canto quedará en la memoria de quienes tuvimos la suerte de escucharlo. Me enteré de la triste noticia por un correo del tropero Miguel Ángel Guánchez, y luego otro amigo lo ratificó.
Al Gordo Páez lo conocí en el año 2004 en Tintorero, estado Lara, cuando se efectuaba la feria artesanal que anualmente hace de ese pueblito un centro increíble de música y artes plásticas.
Se trata de uno de esos cantores del pueblo, auténticos, que no necesitan grandes efectos especiales ni un montón de computadoras; no, el Gordo Páez se bastaba con un cuatro o una guitarra y su potentísima voz, siempre dedicada a los dolores del pueblo, a la lucha revolucionaria.
Por eso se emparenta su canto con el de Silvio, Pablo, Serrat... por eso fue amigo de Alí Primera, de Edgardo Ramírez y el grupo Ahora, de la Chiche Manaure, de los Guaraguao, de Lilia Vera, y más recientemente, de Lloviznando Cantos y otros grupos que apuntalan con sus voces y armonías el proceso de transformaciones que vive nuestro pueblo.
Gordo, siempre estarás entre nosotros, y tus canciones se quedan, como se quedó Alí, como se quedó Víctor. Un abrazo que te abarque entero, desde esta tierra, hasta el lugar en que estés.
domingo, 8 de abril de 2007
martes, 3 de abril de 2007
Roque Quenza se nos fue

"Ayer fue una de esas tardes que reivindican aquel derecho humano que no está en ninguna declaración pero que todas las personas conocemos: el derecho a la felicidad.
El hombre extraño
Era extraño aquel hombre,
Silvio Rodríguez
o por tal lo tomaron,
porque besaba todo
lo que hallaba a su paso.
Besaba a las personas,
al perro, al mobiliario
y mordía dulcemente
la ventana de un cuarto.
Cuando salía a la calle
le iba besando al barrio
las esquinas, aceras,
portales y mercados,
y en las noches de cine
(también las de teatro)
besaba su butaca
y las de sus costados.
Por estas y otras muchas
los cuerdos lo llevaron
donde nadie lo viera,
donde no recordarlo,
y cuentan que en su celda
besaba sus zapatos,
su catre, sus barrotes,
sus paredes de barro.
Un día sin aviso,
murió aquel hombre extraño
y muy naturalmente
en tierra lo sembraron.
En ese mismo instante,
desde el cielo, los pájaros
descubrieron que al mundo
le habían nacido labios.